Día Mundial de la Educación

El Profe Mochilero: 168 millones de razones para reabrir la educación

El 1 de abril se “celebra” el día mundial de la educación. Digo celebrar entre comillas porque el último informe que presentó UNICEF referente al seguimiento de la actividad educativa a nivel global durante la pandemia no invita a ser muy optimista. El análisis va desde el 11 de marzo de 2020 hasta el 2 de febrero de 2021 y plantea la necesidad de abordar, de manera prioritaria y responsable, la reapertura de las escuelas por parte de los gobiernos.

Se cumple un año del inicio de la pandemia del COVID-19 y a día de hoy es evidente que ha causado un auténtico terremoto en nuestras vidas. El impacto del coronavirus provocó el confinamiento forzoso de los centros educativos dejando unas cifras escalofriantes en cuanto a desconexión educativa, pero vamos por partes. Al principio parecía que solo iban a ser 2 semanas, después 2 meses, hasta que se fue prolongando y un año después las escuelas de 168 millones de niños y niñas de todo el mundo siguen cerradas, la mayoría de ellas se encuentran en América Latina y el Caribe. A nivel mundial, al menos 214 millones de estudiantes (de todas las etapas educativas) han perdido más de tres cuartas partes de su educación presencial. Por otro lado, las cifras también revelan que a día de hoy, el 53% de los centros educativos del mundo han vuelto a la presencialidad total y casi una cuarta parte han abierto parcialmente. Sin embargo, las puertas no se han vuelto a abrir en 27 países en los que viven 196 millones de niños, niñas y jóvenes, el 13% a nivel global.*

Recreación presentada en la sede de Naciones Unidas de Nueva York el pasado 3 de marzo de una clase con 168 pupitres vacíos simbolizando los millones de niños y niñas que llevan un año sin ir a la escuela.

La desigualdad se ha acentuado en el derecho al acceso a la educación

Como ya nos ha demostrado esta pandemia, los efectos de las medidas restrictivas no afectan a la población por igual. Las cifras, una vez más, reflejan la situación de emergencia que sufren los sectores más vulnerables y que en un día como hoy no deberíamos mirar hacia otro lado y “celebrar” (permitidme una vez más el uso de las comillas) el día mundial de la educación sin hacer un pequeño ejercicio reflexivo: ¿Está realmente garantizado el derecho a participar de una educación primaria, gratuita, obligatoria y universal? Recordamos que así se recoge en la Declaración Universal de Los Derechos Humanos de la UNESCO. Ciertamente, cada país aplica sus restricciones igual que cada país goza o sufre las consecuencias de la globalización y el repartimiento desigual de la riqueza mundial, pero ¿En qué medida se está vulnerando el derecho a la educación en ciertos países?

“Conforme se acerca el primer aniversario del comienzo de la pandemia de COVID-19, la realidad vuelve a recordarnos la catastrófica emergencia educativa que se originó como consecuencia de los confinamientos mundiales. Cada día que pasa, los niños que no pueden acceder a la educación presencial se van quedando cada vez más rezagados, y los más marginados sufren las peores consecuencias”, declaraba Henrietta Fore, directora Ejecutiva de UNICEF durante la presentación del informe. “No podemos permitir que, por segundo año consecutivo, estos niños sigan sin poder asistir a la escuela de forma presencial o que la presencialidad siga siendo limitada. No debemos escatimar esfuerzos para mantener las escuelas abiertas o darles prioridad en los planes de apertura”.

El aprendizaje a distancia puede complementar la educación básica, pero nunca sustituirla

La educación no presencial ha llegado para quedarse, afirman muchos expertos. La pregunta es: ¿Se pueden cubrir las necesidades recogidas en la educación básica de manera no presencial? Es importante tener claro qué paradigma educativo nos sirve de referencia para poder contestar esta cuestión. Para empezar, la escuela debe ser concebida como un espacio comunitario que ofrece elementos fundamentales para el desarrollo en la infancia y no como una academia. Entre estos elementos están la socialización entre iguales, la oferta de apoyos personalizados, el contacto con la diversidad, la atención emocional o el acceso a comidas nutritivas, entre muchos otros. A día de hoy, me resulta muy difícil encontrar una manera alternativa de cubrir todos estos elementos restringiendo la presencialidad de la escuela. Además, podríamos poner de manifiesto la importancia del juego interactivo físico y las experiencias en el entorno natural para el buen desarrollo en la infancia, así como los múltiples estudios que demuestran los efectos adictivos y de dispersión que provoca el uso excesivo de pantallas en edades prematuras (y no tan prematuras).

«Para al menos 463 millones de niños y niñas cuyas escuelas cerraron por la Covid-19,
no existió la educación remota» (UNICEF).

Quizás muchas empresas vean una oportunidad de mercado en promover la formación a distancia y muchas marcas intentan venderlo como la “última tendencia innovadora” en el aprendizaje, sin tener en cuenta la edad de desarrollo. En este oportunismo incluso se puede detectar un retroceso en la atención real de las necesidades básicas de la infancia y una privatización de la educación que puede generar una brecha digital donde los sectores más vulnerables corren el riesgo de quedar apartados. Quizás en este último año, la educación universal haya sido menos universal, menos primaria, menos obligatoria y menos gratuita, así que podríamos convertir la “celebración” en una reivindicación. Quizás sea el momento de defender más que nunca este derecho fundamental en la infancia como es el acceso a la educación. Quizás se abre un periodo para proteger, aún más, a toda una nueva generación afectada y para exigir a los gobiernos unos planes de apertura segura de los centros educativos para dejar de vulnerar el derecho a la educación, aumentar la brecha social y favorecer la privatización del modelo educativo.

Defender un modelo educativo presencial, seguro y equitativo de protección a la infancia con la escuela y para la escuela

Según los últimos datos publicados por la UNESCO, más de 888 millones de niños y niñas de todo el mundo siguen sufriendo interrupciones en su educación debido al cierre total o parcial de las escuelas. En muchos países, la infancia más vulnerable que no tiene acceso a una educación a distancia corre el riesgo de desconectar de su vida escolar y de no regresar más a la escuela. Eso puede asociar problemas más graves derivados al cierre de las escuelas como el trabajo infantil o el matrimonio infantil. 

Analizar esta situación y trabajarla desde las aulas con los alumnos, ajustando el discurso a cada nivel y contexto, es el mejor remedio para proteger y promover una educación presencial mundial que proteja a la infancia. Introducir y fomentar entre el alumnado el aprendizaje de las desigualdades que existen entre las oportunidades educativas que hay en el mundo puede ser un incentivo para valorar la escuela como eje natural de protección y aprendizaje común. Fortalecer la conexión entre el hogar y el centro educativo para educar en comunidad, compartiendo proyecto y asumiendo el rol que les corresponda, porque como dicen: “La escuela es mi segundo hogar, pero el hogar es mi primera escuela” y por lo tanto, la educación nace en casa. ¿Pero, qué sucede cuando no hay un primer hogar de referencia?

El día mundial de la educación puede servir como motivo para reflexionar sobre las condiciones y desigualdades globales que se han generado en el acceso educativo a partir de la pandemia. Trabajar esta reflexión entre el colectivo docente, el alumnado y la comunidad educativa en general es un deber ético para proteger y prosperar un sistema educativo presencial, primario, equitativo, público y universal. Un sistema que proteja y oriente a todas las generaciones de cualquier virus, pero sobretodo, de la estupidez y la ignorancia humana.

*NOTA PARA EL LECTOR: Todas las cifras expuestas en este artículo están basadas en el último informe Análisis del cierre de las escuelas de UNICEF publicado el pasado 3 de marzo de 2021. Los datos son de consulta pública

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